Hace unos días tuve un
accidente de tráfico. Yo era una de las conductoras implicadas en él. No iba
acompañada, suerte que al fin y al cabo, iba sola.
Fue un momento terrible, esos
minutos en los que estás dando vueltas por la carretera, dándote con coches
como si fuese la atracción de feria y no puedes parar. No puedes tomar el control del vehículo.
Ese instante es rápido,
no te da tiempo a pensar. Pasas mucho miedo y ves tu vida pasar por delante. Yo
creía que si algún día tenía un accidente, podría tomar el control. Pero no, no
fue así, no pude hacer nada.
Solo miraba por la
carretera y vi que detrás de mí había un coche de la Guardia Civil. Uno de los
que iba en el coche intentaba parar el tráfico que venía y el otro me miraba y
se echaba las manos a la cabeza.
Cuando por fin mi coche
paró, quedó levantado, encajado en una cuesta. Yo estaba temblando, llorando,
con un ataque de ansiedad, no sé como lo hice pero sin ayuda quité las llaves y
salí del coche. Me fui corriendo al otro vehículo que, parecía bastante dañado,
para ver si estaban todos bien.
Cuando vi que no salía
nadie de él, me temí lo peor. Y cuando por fin salió. Me eché a llorar.
Estábamos todos los
conductores y acompañantes implicados en el accidente bien, todos ilesos. Sin
embargo, los coches estaban bastante dañados
Enseguida llegó la
asistencia sanitaria, más coches de Guardia Civil, Policía, grúas, familiares, en un momento aquella recta
horrorosa estaba llena de gente.
Y cuando te están
atendiendo, cuando tienes la mascarilla puesta y están intentando tranquilizarte, en ese justo
momento es en el que te das cuenta de la importancia de la vida.
Te dan igual los daños
materiales, ni siquiera miramos los coches, solo nos abrazamos los conductores
y entre todos nos tranquilizamos. Crees que has tenido la mayor suerte del
mundo, que tan solo tienes alguna lesión muy leve. Piensas en todo lo malo que
te podría haber pasado y al fin y al cabo sonríes.
Cuando un Guardia Civil, se acercó, me dio la
mano y me preguntó como estaba, lo miré entre lágrimas y sonriendo le dije que
estaba bien, tan solo muy nerviosa. Y sus palabras fueron: “Eres una valiente,
no cambies nunca y valora la vida, que has tenido muchísima suerte.”
Cuento esto, porque las
palabras del Guardia, no solo se aplican a mí, todos somos unos valientes y
tenemos suerte de tener salud, lo que pretendo es que nos demos cuenta de la
importancia de la vida. Que aprendamos a valorarla y a disfrutar cada instante
que la vida nos regala. Que seamos valientes y que digamos las cosas y las
hagamos todas a su tiempo, sin dejar nada para después. Debemos decir un te quiero antes de irnos de
casa, no enfadarnos por pequeñas tonterías y no discutir sin importancia. Regalar
mucho tiempo a los seres queridos y nunca cabrearnos con ellos. Al fin y al
cabo, son los que te ayudan.
No nos damos cuenta hasta
que no nos pasa. Vi toda mi vida pasar por delante. Todos los fallos que he
tenido y sinceramente, ¿Por qué pensar eso?
De ahora en adelante,
viviré cada instante como si fuera el último, disfrutaré de cada día que nos
regala la vida, no sabemos cuándo puede pasar algo, queriendo o sin querer,
esperándonoslo o sin esperárnoslo y tras esto ya no volvamos a ver el sol.
Hay que valorar cada
detalle y algo muy importante que aprendido de esto, es que siempre y repito
siempre, hay que dar las gracias. Pensando que hemos tenido suerte, el karma,
un Dios, no sé qué hay, cada uno lo que quiera pensar. Pero todo podría haber
salido mucho peor.
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